14 de noviembre de 2009

Versión libre del cuento " La sentencia" de Wu Ch'eng-en

"Aquella noche, en la hora de la rata, el emperador soñó que había salido de su palacio y que en la oscuridad caminaba por el jardín, bajo los árboles en flor. Algo se arrodilló a sus pies y le pidió amparo.
El emperador accedió; el suplicante dijo que era un dragón y que los astros le habían revelado que al día siguiente, antes de la caída de la noche, Wei Cheng, ministro del emperador, le cortaría la cabeza.
En el sueño, el emperador juró protegerlo. A la mañana siguiente el emperador relató su sueño a Wei Cheng, éste reaccionando con estupor dijo:

- Señor Emperador: ¿usted no leyó “La interpretación de los sueños” de Sigmund Freud? Según este libro lo que usted tiene es un serio conflicto con su madre, el dragón la simboliza y su inconsciente me sentencia a mí, que soy su hombre de confianza, a que le corte la cabeza, es decir, que la convenza de dejar de meterse en su matrimonio o la emperatriz se va a ir con el primer samurái que la mire dos veces… Pero yo, Wei Cheng, gran conocedor de la ancestral escuela freudiana, voy a liberarlo de ese problema.

A medida que pasaban los días, la madre del emperador iba retirándose discretamente del palacio, dejó de opinar acerca de la vestimenta de la emperatriz, de cómo cocinaba, incluso ignoró el polvo que se amontonaba en las figuritas de origami que pululaban por el palacio, más aún, se dedicó de lleno al fen shui y solo iba al palacio de cuando en cuando. Una de esas noches el emperador volvió a soñar con el dragón, esta vez se presentaba sin cabeza y le decía:

- ¡Oh mi amado Señor! Juraste protegerme, y no solo lo has cumplido, sino que me has liberado. A tu pies mi cabeza y mi gratitud eterna. - Dicho esto, el dragón abrió sus enormes y fantásticas alas doradas y voló.
Lejos, muy lejos.

Cavilaba el emperador su sueño durante la mañana cuando de pronto vio en la bandeja de la correspondencia un sobre que decía: “Haber perdido mi cabeza hizo que encuentre mi corazón”.

Tomo el sobre y lo abrió, dentro, una pequeña esquela rezaba así: Amado hijo mío: decidí que era hora de tomarme unas vacaciones, en este preciso momento estoy con un mojito cubano en la mano navegando en un crucero de lujo por las costas caribeñas, espero que lo entiendas y que te encuentres muy bien. Tu madre que te adora.

P.D.: Debes buscar otro fiel ministro ya que Wei Cheng se encuentra conmigo. Nos casamos ayer.

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