25 de marzo de 2012

Las leyendas


LEEMOS LEYENDAS

La leyenda de Iguá y Porá Sí (Leyenda Guaraní)


    Para Iguá, joven guerrero de una tribu guaraní, la selva y el monte no tenían secretos. Conocía sus peligros y no los temía. Con el corazón repleto de aventuras, se internaba mas y más en la espesura, deseoso de explorar lo desconocido. Un día su espíritu aventurero lo llevó hasta muy lejos de su tribu. Ahí, cerca de la ribera de un caudaloso río que no había visto antes, conoció a Porá-sí, una hermosa y dulce joven. La belleza de la india lo hechizó de tal forma, que desde ese día, Iguá sólo transitó aquel camino, que lo llevaba junto a la muchacha. Así fue como se enteró que Porá-sí era hija de un cacique y que jamás consentiría en la unión de los jóvenes, ya que deseaba casarla con uno de sus mejores guerreros. A pesar de eso, los muchachos muy enamorados no dejaron de verse un solo día y a toda hora. Pasó el tiempo y una tarde, Iguá encontró a Porá-sí llorando desesperada, su padre había decidido que para la próxima luna llena, se casara con el guerrero elegido. Entonces planearon huir juntos del lugar ... ¿Pero hacia dónde? Iguá sabía muy bien que llevar a Porá-sí a su tribu pondría en peligro a su gente, porque el padre no la perdería sin luchar. Internarse en la selva no era cosa que él temiera, pero su amada tal vez no soportaría los pesados días de marcha. Sólo quedaba tratar de cruzar el caudaloso río, que se extendía frente a ellos... y tomados de la mano se pusieron a buscar el lugar de menos correntada y peligro. De pronto escucharon gritos a sus espaldas. Habían sido descubiertos y los guerreros se acercaron hasta rodearlos. Desesperado Iguá, temiendo por la vida de Porá-sí, la subió a un grueso tronco que estaba en la orilla y lo arrastró con todas sus fuerzas hacia el centro del río. Ya las primeras flechas empezaban a caer junto a ellos. Muy pronto Iguá perdió pie y el tronco comenzó a tambalearse de un lado a otro arrastrado por la corriente. Una lluvia de flechas cala sobre ellos. El joven buscó la mirada de Porá-sí y encontró la respuesta a su pregunta: "mejor morir juntos que vivir separados". Por suerte Tupá estaba observando y compadecido de los jóvenes, guió el tronco con mano firme sobre las turbulentas aguas, y formó grandes barrancos por los que el agua cala a torrentes, cortando el paso de los guerreros, que no se atrevieron a seguir adelante. Cuando Iguá y Porá-sí llegaron a la otra orilla vieron que detrás de ellos se habían formado enormes cataratas, por donde era imposible pasar. Entonces se arrodillaron y agradecieron a Tupá por haberlos salvado.


El puente del Inca (Leyenda Calchaquí)

    Cuenta la leyenda que hace muchos, muchísimos años, el heredero del trono del Imperio Inca, se debatía entre la vida y la muerte, siendo víctima de una extraña y misteriosa enfermedad.
    Las curas, rezos y recursos de los hechiceros nada lograban y desesperaban por no poder devolverle la salud.
    El pueblo amaba intensa y entrañablemente al Príncipe de los Incas. Invocaba a sus Dioses y realizaba sacrificios en su honor.
    Fueron convocados los más grandes sabios del reino, quienes afirmaron que sólo podría sanarlo el maravilloso poder del agua de una vertiente, ubicada en una lejana comarca.
    Partieron en numerosa caravana, vencieron infinidad de dificultades, marcharon durante meses en que veían agotadas sus fuerzas, y un día se detuvieron ante una profunda quebrada, en cuyo fondo corrían las aguas de un tempestuoso río.
    Enfrente, en el lado opuesto, se observaba el codiciado manantial, pero... ¿cómo hacer para llegar a ese inaccesible lugar?
    Meditaron durante mucho tiempo, tratando de buscar una forma de llegar hasta las milagrosas aguas, pero todo era en vano.
    Cuando ya la desesperación los dominaba: aconteció un hecho extraordinario: de pronto se oscureció el cielo, tembló el piso granítico y vieron caer, desde las altas cimas, enormes moles de piedra que producían un estrépito aterrador.
    Pasado el estruendo, y más calmado el ánimo, los indígenas divisaron asombrados, un puente que les permitía llegar sin dificultad hasta la fuente maravillosa. Transportaron hacia ella al Príncipe, quien bebió de sus aguas y pronto recuperó la salud.
    La omnipotencia del Dios Inti, el Sol, y de Mama-Quilla, la Luna, habían realizado el milagro.
    Así surgió ese arco monumental de piedra, que recibió el nombre de “Puente del Inca”, que se levanta custodiado por el Aconcagua, rodeado por la imponente belleza de los Andes.



La leyenda de la Yerba Mate (Leyenda Guaraní)


    Un día, desobedeciendo los consejos de Tupá, el Dios padre de los guaraníes, Así, la Luna, y su amiga Aria, la Nube rosada del crepúsculo, quisieron bajar a la tierra. Así lo hicieron y tomaron sus formas corpóreas. Lo hicieron en esas zonas de tierras rojas, pero no habían contado con los peligros que podía acecharlas en el bosque. Mientras paseaban entre los árboles, admirando sus frutos olorosos, gozando de ver sus hermosos rostros en las aguas límpidas de los ríos, disfrutando de caminar sobre la hierba fresca, se les presentó un jaguar que se disponía a atacarlas. Ellas quedaron inmóviles y anonadadas. En ese momento se presentó un anciano que se enfrentó al peligroso animal, y que con su cuchillo logró matar al yaguareté, y acabar con el peligro que corrieron las diosas en ese momento, en que ni siquiera les dio tiempo de abandonar sus formas terrenales. El viejo indio las invitó a su cabaña para recibir la hospitalidad de su familia. Llegaron a una choza humilde y miserable, en que fueron recibidas por la mujer y la hija del anciano. Así y Aria habían quedado maravilladas por la hermosura de la joven llena de un tímido recato. Comieron panes de maíz que hizo la vieja india con el resto de maíz que le quedaba a la familia para alimentarse, ofreciéndoles su pobreza en demostración de amistad y cariño. Y aceptando esa bondad de la familia, pasaron allí esa noche descansando de las emociones vividas durante ese día en la tierra. Cuando quedaron solas las dos, Aria preguntó: -¿Qué hacemos ahora, Así? ¿Volvemos a nuestra morada y dejamos que estas gentes crean que nuestro encuentro ha sido un sueño ? Así movió negativamente la cabeza. -No, no, Aria. Estoy llena de curiosidad por saber cuál es el motivo que les ha hecho retirarse a estas soledades y encerrar con ellos a esa hermosa joven. Y, si no logramos que nos lo digan, nuestro poder no es suficiente para adivinarlo. Esperemos a mañana. Aria no sentía la curiosidad de Así; pero era amiga de la pálida diosa, y accedió a su deseo, aunque no le agradaba mucho pasar la noche en la ruinosa cabaña. A la mañana siguiente, cuando llegó la nueva luz, Así anunció al viejo que había llegado el momento de marchar. - Esperamos - le dijo - que, así como os habéis comportado con nosotros tan amablemente, nos acompañéis, según dijisteis, hasta el linde del bosque. Apenas se habían apartado del claro del bosque donde estaba la cabaña, cuando Así, con toda su fría astucia, intentó que su acompañante les dijera lo que tanto deseaba. Pero el viejo había intuido el deseo de la joven, y, atribuyéndolo a curiosidad propia de mujer, se decidió a satisfacerlo, y le dijo: - Hermosa doncella, bien veo que os ha llamado la atención el alejamiento en que vivo con mi mujer y mi hija; mas no penséis que hay en ello ningún motivo extraño. Y luego escucharon el relato del anciano indio, que les confió que estaban viviendo alejados del poblado, para apartar a su inocente hija de los peligros que le podría acarrear su increíble belleza e inocencia. Durante su vida juvenil había vivido junto a los de su tribu, una tribu como las muchas que estaban en las proximidades de los grandes ríos, dedicadas a la caza y a la lucha. Allí conoció a la que fue su mujer, y su alegría no tuvo límites el día en que nació su hija, una niña tan llena dehermosura, que aumentaba el gozo natural de sus padres. Pero esta alegría se fue trocando en preocupación a medida que la niña fue creciendo, pues era tan inocente, tan llena de candor y tan falta de malicia, que el padre empezó a temer el día en que perdiera tan hermosos atributos. Poco a poco, el desasosiego, la inquietud y el temor invadieron el espíritu del indio hasta que determinó alejarse de la comunidad en que vivía para que en la soledad pudiese su hija guardar aquellas virtudes con que Tupa la había enriquecido. - Abandoné todo lo que no me era necesario para vivir en el bosque - dijo el viejo - y, sin decir a nadie hacia dónde iba, huí como un venado perseguido, hacia la soledad. Desde entonces vivo allí. Sólo el cariño que tengo a mi hija pudo hacerme cometer esta especie de locura. Pero soy feliz, vivo tranquilo. Calló el viejo y ninguna de las dos supo qué contestarle. Entonces Así, viendo que el linde del bosque estaba cerca, le pidió que las dejase, después de prometerle que a nadie hablarían de su encuentro. Accedió el viejo indio, y, una vez que Así y Aria se vieron solas, perdieron sus formas humanas y ascendieron a los cielos. Pasaron algunos días, en los que la pálida diosa no podía olvidar las aventuras y sobre todo el encuentro que había tenido en el bosque, y, observando al viejo indio desde su soledad celeste, comprendió todo el valor de la hospitalidad que aquél les había ofrecido en su cabaña, pues vio que las tortitas de maíz, de que tanto gustaban todas aquellas tribus, habían desaparecido de su alimento. Era indudable que las que les fueron ofrecidas habían sido las últimas que tenían. Entonces, una tarde, volvió a hablar con Aria y le contó lo que había observado. - Yo creo - dijo la nube sonrosada - que debemos premiar a aquellas gentes. ¿Qué te parece, Así? - Lo mismo he pensado yo, y por eso he querido hablar contigo. Podríamos hacer, ya que el viejo tiene ese cariño por su hija, tan fuera de lo común, que nuestro premio recayese sobre la joven. - Has pensado bien, Así. Y como fue tan hospitalario, y sabes que Tupa se alegra de que los hombres sean de ese modo, tendremos también que demostrárselo. Desde aquel momento, las jóvenes diosas se dedicaron con afán a buscar un premio adecuado. Por fin, se les ocurrió algo verdaderamente original y, con el mayor secreto, se decidieron a ponerlo en práctica. Para ello, una noche infundieron a los tres seres de la cabaña un sueño profundo, y, mientras dormían, Así en forma de blanca doncella fue sembrando, en el claro del bosque que delante de la choza se extendía, una semilla celeste. Después volvió a su morada, y desde el cielo oscuro iluminó fuertemente aquel lugar, a la vez que Aria dejaba caer suave y dulcemente una lluvia menuda que empapaba amorosamente la tierra. Llegó la mañana, Así quedó oculta bajo el sol radiante, pero su obra estaba concluida. Ante la cabaña habían brotado unos árboles menudos, desconocidos, y sus blancas y apretadas flores asomaban tímidas entre el verde oscuro de las hojas. Cuando el viejo indio despertó de su profundo sueño y salió para ir al bosque, quedó maravillado del prodigio que ante la puerta de su choza se extendía. Desde ella estaba quieto y silencioso queriendo comprender lo que había sucedido, pero a la vez con un soterrado temor de que sus ojos y su mente no fuesen fieles a la realidad. Por fin, llamó a su mujer y a su hija, y, cuando los tres estaban extáticos mirando lo que para ellos era un prodigio, otro mayor acaeció ante sus ojos y les hizo caer de rodillas sobre la húmeda tierra. Las nubes, que desperdigadas vagaban por el cielo luminoso, se juntaban apretadamente y lo tornaron oscuro, al mismo tiempo que una forma blanquísima y radiante descendía hasta ellos. Así, bajo la figura de doncella que habían conocido, les sonreía confiadamente. - No tengáis ningún temor - les dijo -. Yo soy Así, la diosa que habita en la luna, y vengo a premiaros vuestra bondad. Esta nueva planta que veis es la yerba mate, y desde ahora para siempre constituirá para vosotros y para todos los hombres de esta región el símbolo de la amistad y el alimento caliente que beberán. Y vuestra hija vivirá eternamente, y jamás perderá ni la inocencia ni la bondad de su corazón. Ella será la dueña de la yerba. Después, la diosa les hizo levantar del suelo donde estaban arrodillados, y les enseño el modo de tostar y de tomar el mate. Pasaron algunos años, y al viejo matrimonio le llegó la hora de la muerte. Después, cuando la hija hubo cumplido sus deberes rituales, desapareció de la tierra. Y, desde entonces suele dejarse ver de vez en vez entre los yerbatales misioneros como una joven hermosa en cuyos ojos se reflejan la inocencia y el candor de su alma.




La leyenda del Ñandú (Leyenda Pampa)

Hace muchos, muchísimos años, habitaba en tierras mendocinas una gran tribu de indígenas muy buenos, hospitalarios y trabajadores. Ellos vivían en paz, pero un buen día se enteraron que del otro lado de la cordillera y desde el norte de la región se acercaban aborígenes feroces, guerreros, muy malos. Pronto, los invasores rodearon la tribu de los indios buenos, quienes decidieron pedir ayuda a un pueblo amigo que vivía en el este. Pero para llevar la noticia, era necesario pasar a través del cerco de los invasores, y ninguno se animaba a hacerlo. Por fin, un muchacho como de veinte años, fuerte y ágil, que se había casado con una joven de su tribu no hacía más de un mes, se presentó ante su jefe, resuelto a todo, se ofreció a intentar la aventura, y después de recibir una cariñosa despedida de toda la tribu, muy de madrugada, partió en compañía de su esposa. Marchando con el incansable trotecito indígena, marido y mujer no encontraron sino hasta el segundo día, las avanzadas enemigas. Sin separarse ni por un momento y confiados en sus ágiles piernas, corrían, saltaban, evitaban los lazos y boleadoras que los invasoresles lanzaban. Perseguidos cada vez de más cerca por los feroces guerreros, siguieron corriendo siempre, aunque muy cansados, hacia el naciente. Y cuando parecía que ya iban a ser atrapados, comenzaron a sentirse más livianos; de pronto se transformaban. Las piernas se hacían más delgadas, los brazos se convertían en alas, el cuerpo se les cubría de plumas. Los rasgos humanos de los dos jóvenes desaparecieron, para dar lugar a las esbeltas formas de dos aves de gran tamaño: quedaron convertidos en lo que, con el tiempo. se llamó ñandú. A toda velocidad, dejando muy atrás a sus perseguidores, llegaron a la tribu de sus amigos. Éstos, alertados, tomaron sus armas y se pusieron en marcha rápidamente. Sorprendieron a los invasores por delante y por detrás. y los derrotaron, obligándolos a regresar a sus tierras. Y así cuenta la leyenda que fue como apareció el ñandú sobre la Tierra.



Leyenda del Lago Aluminé (Leyenda Mapuche)

    Se cuenta que Nguenechén decidió un día que Antú (dios del sol) y Puyén (diosa de la luna) fuesen marido y mujer y en su nombre reinaran sobre la Tierra. Cumpliendo con los designios de Nguenechén, se los veía siempre juntos marchar por el espacio. Luego de pasado un tiempo, Antú se volvió desamorado y caprichoso, Puyén le reprochó su injusto proceder y Antú reaccionó indignado y le propinó un golpe en la cara. Este altercado provocó la separación de los dioses. Desde ese momento él sigue como único astro del día y dueño absoluto del universo, mientras Puyén recorre sola su senda , mostrando en el rostro las huellas de sus cicatrices. Así se la veía rondando por las noches, deteniendose en las nieves, filtrándose entre las frondas, besando tiernamente las mutisias y demás flores dormidas o recostada sobre las superficies de los lagos. Un día Puyén, ansiando una reconciliación, decidió apurar su viaje y alcanzar a su inolvidable Antú antes de que este se ocultase para entregarse al reposo. Cuando estaba por postrarse a sus pies, entre los arreboles del poniente, contempló a Antú besando apasionadamente al lucero de la tarde de quien se había enamorado. El dolor le provocó un llanto tan copioso, que una noche, sus lágrimas cayeron en la tierra del Neuquén y con ellas se formó el Lago Aluminé . Lago y río tienen desde entonces la pureza y dulzura de la diosa.



Leyenda del Quirquincho (Leyenda Quechua)
 
    Pucá era una hábil tejedor que vivía en la Puna Jujeña. Fabricaba hermosas "cumbias" para los nobles, "abascas" sencillas para la gente de pueblo, y abrigos "yacollas" que se destacaban por el colorido y por la perfección del tejido. Su fama llegó hasta los incas más poderosos, y su pequeña choza se vio repleta de lanas y cueros con los cuales trabajaba rápidamente para cumplir con los pedidos. Los incas, satisfechos con su trabajo, le pagaban en oro, plata y piedras preciosas. " Pronto seré rico reflexionaba Pucá mientras se inclinaba, laborioso en su telar _ Y podré divertirme como los demás : pasearé, cazaré cuanto quiera y compraré todo lo que me guste"
    En efecto, cansado de tanto trabajo y sacrificio, Pucá fue dejando sus telas y alejándose de su tarea. Se dedicó a la caza y comenzó a divertirse, embriagarse en compañía de otros indios, gastando su oro en cosas inútiles y vistosas. Rápidamente lo abandonó su   suerte y los príncipes dejaron de encargarle trabajos que ya no cumpliría. Un día sintió frío y se dio cuenta de que el invierno llegaba : "Tendré que tejerme una yacolla", pensó, y con manos temblorosas dispuso las tintas para teñir la lana. Pero hasta tal punto había perdido su habilidad, que el teñido salió pálido y lleno de manchas y después de varias horas de trabajo sólo logró un tejido flojo, grosero y lleno de ásperos nudos y pelotones de lana mal escardada.
    "No importa, lo usaré así. Mañana trataré de tejer otro", se dijo, y se envolvió completamente con el poncho.
    Cuando despertó, el "yacolla" se había adherido a su cuerpo formando una dura corza, y en lugar de piernas y brazos emergían de ella cuatro patas cortas terminadas en afiladas uñas. Así, convertido en quirquincho, se lo ve aún entre los cardones de la Puna donde había vivido o en la campiña argentina, huyendo de los peligros y escondiéndose dentro de su caparazón.


24 de marzo de 2012

El país que habitamos



Nuestro país

1) Encontrá en la sopa de letras el nombre de algunas provincias y capitales del país. A continuación te doy algunas pistas:
  • a)      Su capital es Rawson
  • b)      Es una de las provincias de menor superficie (más chiquitas)
  • c)       Limita con tres países
  • d)      Limita con 7 provincias
  • e)      Es la capital que está más al sur del país
  • f)       Limita con Salta y dos países
  • g)      Su nombre se puede leer de atrás para adelante
  • h)      Está al sur de Posadas

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2) Completá el siguiente esquema

3) Indicá si las siguientes afirmaciones son correctas (C) o incorrectas (I)
  • a)      La máxima autoridad de la ciudad de Buenos Aires es el intendente
  • b)      Entre los países limítrofes de la Argentina  se encuentra Perú
  • c)       La Ciudad de Buenos Aires cumple la función de Capital Federal porque en ella residen las autoridades del Gobierno Nacional
  • d)      La Ciudad de Buenos Aires es la ciudad del país con mayor número de habitantes.

Día de la Memoria


12 de marzo de 2012

Día del Escudo Nacional


Origen y características

 El escudo nacional argentino tiene su origen en el sello usado por la Soberana Asamblea General Constituyente de 1813. Antecedentes En enero de 1794 la Corona de España creó el Real Consulado de Buenos Aires. Al frente del edificio donde este funcionaba se colocó un escudo con los colores celeste y blanco. Estos colores provenían de los colores borbónicos, de la casa de Fernando VII.

Origen del escudo nacional

 Hasta el momento en que se instaló la Asamblea del año XIII, el 31 de enero de 1813, el sello que se utilizaba para los documentos del Virreinato era el de las armas reales. Cuando la Asamblea se creó, y ante la necesidad de contar con un sello propio, se comenzó a utilizar uno inspirado en un modelo que compuso el peruano Antonio Isidro de Castro en 1812 por disposición de Bernardino Rivadavia, y que le había sido presentado al Primer Triunvirato. El 12 de marzo de 1813 se hizo la primera mención expresa acerca del escudo, cuando se dispuso que el Supremo Poder Ejecutivo (Segundo Triunvirato) usara el mismo sello que la Soberana Asamblea, aunque con la inscripción correspondiente alrededor de los atributos.

Los primeros documentos que se conocen con el sello de la Soberana Asamblea son de 1813.

En un decreto del 22 de febrero, firmado por Alvear y Vieytes, aparece el escudo en un sello de lacre.
Otro decreto del 27 de abril de ese mismo año asigna carácter de emblema nacional a ese sello, al ordenar que las armas del rey, fijadas en lugares públicos o que figuren en los escudos y banderas de algunas corporaciones sean sustituidas por las armas de la Asamblea (el escudo).

La forma definitiva del escudo nacional quedó fijada en 1900 por Estanislao S. Zeballos, en esos momentos ministro de Estado, con el Decreto 10.302, dictado en Acuerdo General de Ministros el 24 de abril de 1944.

Características y significado

Nuestro escudo nacional tiene forma de elipse, cortada al medio: la mitad superior azul celeste, que representa la justicia, la verdad, la lealtad y la fraternidad; y la mitad inferior, de color plata (blanco), símbolo de pureza, fe, hidalguía, integridad, firmeza y obediencia.

En la mitad inferior se estrechan dos manos diestras que sostienen un asta, que en la mitad azul celeste ostenta un gorro frigio, símbolo de libertad.

Las manos entrelazadas representan la unión fraternal de los hombres y de los pueblos.

El asta o pica simboliza la autoridad, el mando, la dignidad y la soberanía.

En la punta se ubica un sol naciente (figurado, de oro) con veintiún rayos visibles rectos y flamígeros alternados, que representa la verdad, la majestad y la prosperidad.

Dos ramas de laureles (símbolo de victoria y de gloria) forman una corona sobre la cara del sol y se cruzan en la base, unidos por un moño con los colores de la bandera nacional.



9 de marzo de 2012

Niñas de Ayohuma


Hoy quiero acercarles una historia poco conocida, la de la verdadera madre de la Patria. Que la disfruten


María Remedios del Valle, la Madre de la Patria



Por Felipe Pigna



La historia recuerda el papel de las mujeres al cuidado de heridos en los frentes de batalla de nuestra independencia, por ejemplo el de las “niñas de Ayohuma” y más precisamente el de una liberta. Lamadrid no duda en llamar a esta argentina de origen africano como “la madre de la Patria”. Lo que se menciona menos es que, en muchos casos, estas mujeres acompañaban a los ejércitos y que su participación a veces excedía el de “auxiliares”, vivanderas, enfermeras, esposas y concubinas de soldados y oficiales.
Justamente, el caso de Ayohuma, terrible derrota para las fuerzas patriotas conducidas por Belgrano en 1813, muestra la presencia entre esas mujeres de una morena porteña que estaba “enlistada” en el Ejército del Norte desde tres años antes. Se llamaba María Remedios del Valle y desde el 6 de julio de 1810, cuando partió la primera expedición destinada al Alto Perú al mando de Ortiz de Ocampo, acompañó a su marido, a un hijo de la sangre y a otro adoptivo, del corazón, los tres muertos en esas acciones. La “parda” María, como se la menciona en algunos partes militares, combatió en Huaqui (julio de 1811), vivió las peripecias de esa trágica retirada del Alto Perú y luego el éxodo jujeño. Volvió a combatir en las gloriosas victorias de Tucumán y Salta y en las trágicas derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, siempre junto a su general Belgrano que la había nombrado capitana, siempre con un grito de aliento, curando heridos, sacando fuerzas de donde ya no había. Allí se fue desgarrando con la pérdida de su marido y sus hijos. En esta última batalla fue tomada prisionera por los realistas de Pezuela, Ramírez y Tacón, que la condenaron a ser azotada públicamente a lo largo de nueve días. Pero María pudo fugarse de sus verdugos y reintegrarse a la lucha contra el enemigo operando como correo en el peligroso territorio ocupado por los invasores. Su expediente señala, entre otras cosas, que estuvo siete veces en capilla, o sea a punto de ser fusilada, y que a lo largo de su carrera militar recibió seis heridas graves de bala. No fue fácil que las autoridades de Buenos Aires le reconocieran el grado de capitana, con el sueldo correspondiente, pero lo logró aunque luego de la independencia, como ocurrió con tantas otras y tantos otros patriotas, el Estado dejó de pagárselo.
El diputado Lagos pidió formar una comisión para que “componga una biografía de esta mujer y se mande a imprimir y publicar en los periódicos, que se haga un monumento y que la comisión presente el diseño de él y el presupuesto”. Habían pasado muchos años de la muerte del bien intencionado Lagos cuando Perón, gran lector de la historia, llegó a la conclusión de que si se quería que un proyecto no funcionara, lo mejor que se podía hacer era crear una comisión.
Tomás de Anchorena expresó en la Sala de Representantes: 
Efectivamente, esta es una mujer singular. Yo me hallaba de Secretario del General Belgrano cuando esta mujer estaba en el Ejército, y no había acción, en que ella pudiera tomar parte, que no la tomase, y en unos términos que podía ponerse en competencia con el soldado más valiente: admiraba al general, a los Oficiales y a todos cuantos acompañaban al Ejército; y en medio de este valor tenía una virtud a prueba [...]. Yo los he oído a todos a voz pública hacer elogios de esta mujer por esa oficiosidad y caridad con que cuidaba a los hombres en la desgracia y miseria en que quedan los hombres después de una acción de guerra, sin piernas unos y otros sin brazos, sin tener auxilios ni recursos para remediar sus dolencias. De esta clase era esta mujer [...] y que una mujer tan singular como ésta en nosotros debe ser el objeto de la admiración de cada ciudadano de todas estas provincias; y adonde quiera que vaya de ellas debiera ser recibida en brazos y auxiliada con preferencia a un General... 
Finalmente la Sala se expidió en una escueta resolución: “Julio 18 de 1828. Acordado: Se concede a la suplicante el sueldo de capitán de infantería, que se le abonará desde el 15 de marzo de 1827”. 
Tantos papeles, tantas palabras laudatorias se tradujeron en 30 míseros pesos mensuales. La “Madre de la Patria” se las tenía que arreglar con un peso por día en una ciudad bastante cara donde la carne costaba dos pesos la libra y la yerba 70 centavos. 
Dos años después, Rosas la integró a la plana mayor inactiva (es decir, como retirada), con el grado de sargento mayor, por lo que decidió adoptar un nuevo nombre: Mercedes Rosas. Así figuró en la revista de grados militares hasta su muerte, en 1847. 
No hubo monumento ni biografía para María. Pasaron casi doscientos años hasta que en octubre de 2010 las diputadas Paula Merchan y Victoria Donda presentaron un proyecto en el Congreso Nacional para levantarle el adeudado monumento a la “parda María”. Mientras se concreta esta excelente iniciativa, no estaría mal que a las aulas de nuestras escuelas haga su ingreso la “Madre de la Patria”.



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