29 de agosto de 2009

Lavado de manos

Cuando nos olvidamos de lavarnos las manos...

 En nuestras manos normalmente portamos millones de microbios que, si bien la mayoría son inofensivos, hacen que sean las manos la principal vía de transmisión de varios agentes infecciosos, particularmente en los niños de edad escolar. 

 El lavado de manos es la manera más efectiva y económica para prevenir la diseminación de ciertos microorganismos productores de enfermedades como diarreas, impétigo, herpes, conjuntivitis, catarros, gripes,meningitis, infecciones de heridas etc. Sin embargo, este simple procedimiento tiene muy baja adherencia en la población general. 

 Cuando nos olvidamos de lavarnos las manos o no lo hacemos adecuadamente, podemos diseminar gérmenes a otras personas o contagiarnos al tocar nuestros ojos, boca, nariz o lastimaduras. También podemos adquirir gérmenes al tocar objetos contaminados durante nuestra actividad diaria. 

 Sin embargo, aunque permanentemente adquirimos y diseminamos gérmenes, existe una solución a nuestro alcance. El lavado de manos reduce drásticamente la posibilidad de adquirir y diseminar enfermedades, reduciendo indirectamente el ausentismo laboral y escolar.

Este procedimiento de higiene también evita la transmisión de gérmenes que han adquirido la capacidad de ser resistentes a los antibióticos, siendo éste un problema a escala mundial. 

Cuando nos olvidamos de lavarnos las manos o no lo hacemos porque estamos apurados, no sólo perjudicamos nuestra salud. También facilitamos que los gérmenes enfermen a otras personas. Por eso, lavate las manos siempre. Con ese acto tan simple, contribuí a mantener tu salud y la de los demás.




Cuando los médicos no sabían que había que lavarse las manos...

La importancia del lavado de manos en la Medicina ha sido identificada hace más de 700 años. Esta práctica, sin embargo, no fue ampliamente aceptada al principio de la historia de la Medicina.

En un comienzo, el lavado de manos fue asociado a ceremonias religiosas y mágicas. Más tarde, los baños públicos se convirtieron en una actividad social, y recién en el siglo XIX se vinculó con la antisepsis y la higiene.

Oliver Wendell Holmes, un médico que residió en Boston (Estados Unidos), fue el primero en proponer el lavado de manos como medida para prevenir la sepsis puerperal. Esta infección afectaba a las parturientas y producía la muerte de más del 25% de las mujeres que parían sus bebés en hospitales.

Pero, en realidad, fue Ignaz Phuillip Semmelweis, quien en 1847 introdujo el lavado de manos en la práctica del parto. Este doctor determinó que las epidemias de sepsis puerperal en el Hospital de Maternidad de Viena estaban relacionadas con la contaminación de las pacientes parturientas por las manos de los estudiantes de medicina que habían estado en contacto con materiales de autopsias y que no se lavaban las manos al ir de una sala a la otra.

Como los estudiantes de Medicina acudían a las salas de parto luego de sus clases de disección, Semmelweis ordenó a los doctores y estudiantes que lavaran sus manos con soluciones cloradas antes de examinar cualquier mujer que fuese a dar a luz.

A partir del momento en que se adoptó esta medida, las tasas de mortalidad disminuyeron a menos de un 1%. Si bien los resultados eran incuestionables, sus observaciones no fueron bien recibidas por la comunidad médica de ese entonces. Irónicamente, Semmelweis falleció en 1865 por sepsis puerperal..


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